El robot mayordomo

Había una vez un niño que se llamaba Nicolás. Vivía en una preciosa casa del futuro con todo lo que quería. Aunque no ayudaba mucho en casa, se puso contentísimo cuando sus papás compraron un robot mayordomo último modelo. Este se encargaría de hacerlo todo: cocinar, limpiar, planchar, y sobre todo, recoger la ropa y su cuarto, que era lo que menos le gustaba a Nicolás. Así que aquel primer día Nicolás dejó su habitación hecha un desastre. Al día siguiente, todo estaba limpio y ordenado, tanto que no era capaz de encontrar su camiseta favorita, ni su mejor juguete. Así cada día, otras muchas cosas desaparecían. Así que empezó a sospechar de su brillante robot mayordomo. Preparó todo un plan de espionaje, y siguió al robot por todas partes, hasta que le pilló con las manos en la masa, cogiendo uno de sus juguetes del suelo y guardándolo.
El niño fue corriendo a contar a sus padres que el robot estaba roto y mal programado, y les pidió que lo cambiaran. Pero sus padres dijeron que eso era imposible y que además estaban muy contentos con el mayordomo que además cocinaba divinamente. Nicolás comenzó a conseguir pruebas y tomar fotos a escondidas.
Un día, el robot oyó sus protestas, y se acercó a él para devolverle uno de sus juguetes y algo de ropa.
- Toma, niño. No sabía que esto te molestaba- dijo con su metálica voz.
- ¡Cómo no va a molestarme! ¡Llevas semanas robándome cosas! - respondió furioso el niño.
- Sólo creía que no te gustaban, y que por eso las tratabas tan mal y las tenías por el suelo. Yo estoy programado para recoger todo lo que pueda servir, y por las noches lo envío a lugares donde a otra gente pueda darles buen uso. Soy un robot de eficiencia máxima, ¿no lo sabías? - dijo con cierto aire orgulloso.
Entonces Nicolás comenzó a sentirse avergonzado. Llevaba toda la vida tratando las cosas como si no sirvieran para nada, sin cuidado ninguno, cuando era verdad que mucha otra gente estaría encantada de tratarlas con todo el cuidado del mundo. Y comprendió que su robot no estaba roto ni desprogramado, sino que estaba ¡verdaderamente bien programado!
Desde entonces, decidió convertirse él mismo en un "niño de eficiencia máxima" y puso verdadero cuidado en tratar bien sus cosas, tenerlas ordenadas y no tener más de las necesarias.

Comentarios

Entradas populares de este blog

PLAN LECTOR: LIBROS RECOMENDADOS PARA 6º EP

Cuentos para aprender ortografía