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Al sonar el timbre del recreo, Nicolás no corría demasiado para salir al patio. Era tímido y no le gustaba el futbol, por lo que no era su mejor momento del día. Acababa de tener un hermano, Pablo. De momento, no le hacía demasiado la competencia, pero teniendo siete años, pensaba que para cuando creciera, tendrían una diferencia de edad bastante grande como para jugar juntos.
Los padres de Nicolás y Pablo iban a celebrar su aniversario de bodas. Habían decidido salir a cenar, nada extraordinario, solo dos o tres horas en su restaurante favorito. Como en otras ocasiones llamarían a Sandra, la “canguro” de la familia.
El viernes por la noche, Sandra llegó a casa a las 10. Los padres se despidieron. Habían dejado a Nicolás leyendo en su cuarto. Pablo llevaba bastante tiempo dormido.
Esa noche se celebraba la primera fiesta de comienzo de curso en la Facultad de Sandra.
- No me la puedo perder –pensó- si me voy un rato, no va a pasar nada, los dos están dormidos.
Sandra subió al cuarto de Nicolás, le apagó la luz y le dio las buenas noches. Al salir, cerró la puerta del cuarto con llave, por si a Nicolás se le ocurría levantarse. Quería evitar posibles accidentes.
Entró a ver a Pablo y comprobó que dormía tranquilo.
Antes de salir descolgó el teléfono. Si los padres decidían llamar, podrían hacerlo a su móvil.
-Tengo dos horas. Es el plan perfecto. Ni siquiera tengo que pedir permiso a mis padres para ir a la fiesta, ellos piensan que estoy de “canguro”. Dentro de dos horas vengo y cuando regresen de la cena, me vuelvo a la fiesta.
Cerró la puerta y se marchó.
Al cabo de un rato, Nicolás se despertó tosiendo, el humo no le dejaba respirar.
(Continuará)
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